La casualidad que llevó a Christopher Reeve a dejarnos un mensaje de humildad inolvidable

Siete días después de estrenar una de sus películas, Christopher Reeve comprobó en su propia piel que, a veces, es cierto que “la realidad supera a la ficción”.

Se había preparado meticulosamente para interpretar a un policía parapléjico en el thriller "Sospecha fatal" (1995). Visitó centros de rehabilitación, conoció a pacientes y aprendió a utilizar una silla de ruedas. Lo hizo con la certeza de que la buena salud lo protegería de sufrir trastornos físicos. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Una semana después del estreno de la película en HBO, sufrió un accidente mientras montaba a caballo que lo dejó paralizado de cuello para abajo, para siempre.

Christopher Reeve, el actor que se convirtió en el Superman más emblemático del cine, había comenzado a montar a caballo en 1985, cuando aprendió para su papel en "Anna Karenina". Diez años después, participaba en eventos y competiciones ecuestres. Pero el 27 de mayo de 1995, durante una competencia de saltos de obstáculos, su caballo se detuvo repentinamente. Reeve cayó de cabeza, fracturándose la segunda y tercera vértebra cervical y sufriendo una lesión en la médula espinal. Despertó en el hospital cuatro días después, incapaz de respirar por sí mismo y sin movilidad en su cuerpo. Tenía 42 años.

"Mi cabeza estaba desconectada del cuerpo y solo los músculos del cuello estaban funcionando. La cirugía que me practicaron cinco días después fue un milagro", explicó Reeve en una entrevista con Oprah Winfrey en 1998.

En esos momentos, Reeve consideró que sería mejor dejar que la vida se extinguiera. Sin embargo, su esposa le aseguró que lo seguía viendo de la misma manera, que seguía siendo él a pesar de las circunstancias. Con el apoyo de su esposa, Dana, y sus hijos, decidió someterse a una arriesgada operación que conectó su cráneo con su columna vertebral. En una ocasión, antes de la cirugía, su amigo Robin Williams apareció disfrazado de médico y le hizo una broma, imitando a su personaje de la película "Nueve meses" (1995). Fue la primera vez que Reeve sonrió desde el accidente.

A pesar del amor que lo rodeaba, la vida de Christopher Reeve cambió por completo. Había perdido la capacidad de caminar y respirar por sí mismo, se vio obligado a dejar su carrera como actor y sus sueños de dirigir películas. Además, había perdido toda la sensibilidad física. No podía abrazar a sus hijos ni a su esposa, y si ellos lo abrazaban, él no lo sentía. "Llevo tres años sin poder abrazarlos, y eso me duele más a mí que a ellos", reveló en la misma entrevista.

A pesar de todo, Reeve se convirtió en un símbolo de resiliencia y supervivencia. Reconstruyó sus pensamientos en torno a su experiencia con humildad, una lección que nunca debemos olvidar. En su libro autobiográfico "Still Me" (1998), describió los pensamientos negativos que tuvo después del accidente, imaginando cada día cómo podría haber evitado la tragedia. Con el tiempo, aprendió a dejar de lado esos pensamientos, ya que no le permitían avanzar. Incluso llegó a una conclusión maravillosa sobre el cruel golpe del destino.

El hecho de que se hubiera preparado para interpretar a un personaje parapléjico y luego terminara viviendo esa misma condición era una de las casualidades más inesperadas y terribles que se puedan imaginar. Sin embargo, Reeve no se aferró a la crueldad del destino ni a la terrible casualidad que le tocó vivir. En cambio, encontró una forma de darle otro significado a su experiencia, convirtiéndola en una lección de humildad para todos.

"Cualquier cosa le puede suceder a cualquiera. Recuerdo la última película que hice. Interpreté a un parapléjico. La película se llamaba 'Sospecha fatal'. Iba a un centro de rehabilitación y trabajaba con las personas allí para poder simular ser un parapléjico. Y cada día me subía a mi auto, conducía y decía: 'Gracias a Dios que no soy yo'. Y siete meses después, estaba en esta condición", explicó a Oprah.

"Recuerdo lo arrogante que fui, como si fuera un privilegio. Pero la clave es que todos somos una gran familia. Cualquiera puede resultar herido en cualquier momento. Nunca deberíamos pasar junto a alguien en silla de ruedas y tener miedo o considerarlos extraños. Podríamos ser nosotros. De hecho, lo somos", sentenció.

Reeve expandió sus reflexiones en una entrevista con David Letterman el mismo año, diciendo: "Cuando miro hacia atrás, veo lo arrogante que fui al

Pensar que nunca me pasaría algo así. Pero lo importante es que todos estamos conectados, y cualquier cosa puede suceder en cualquier momento. Lamento la actitud que solía tener".

En "Sospecha fatal", Christopher Reeve interpretó a un policía que queda parapléjico después de recibir un disparo. La película era un thriller de venganza en el que su personaje utilizaba su condición para vengarse de su esposa (interpretada por Kim Cattrall) y su hermano (interpretado por Edward Kerr) por su aventura a sus espaldas.

Después del rodaje, el estreno y el accidente ocurrido apenas una semana después, Reeve aprendió a conectar la macabra relación entre su película y su nueva realidad. Lo hizo desde una perspectiva humilde, reconociendo la lucha de las personas que sufren lesiones similares y entendiendo que cualquier persona puede sufrir un golpe vital de esta naturaleza. Por estar sanos y en pie, no tenemos garantizada la salud. Reeve reflexionó sobre cómo había observado a los pacientes durante la preparación de su personaje, con cierta arrogancia al sentirse inmune a esa condición. Pero no lo era. Nadie lo es.

A pesar de todo, Christopher Reeve no permitió que su condición lo detuviera para siempre. Aprendió a apreciar la conexión emocional que desarrolló con sus hijos al no poder brindarles atención física, descubrió que podía ser más auténtico en sus relaciones con las personas y valoró más su experiencia como ser humano. "Intento pasar mi tiempo de una manera que valga la pena", dijo a Letterman. "Solía ser bastante egoísta, con ambiciones y todas esas cosas que tienen los actores. Ahora estoy más relajado al respecto".

En aquellas entrevistas de 1998, Christopher Reeve hablaba con esperanza sobre una cura en el futuro, confiando en que volvería a caminar en "2 o 3 años" gracias a los avances médicos. Aunque eso no sucedió, sus intensas rutinas de ejercicio ayudaron a mejorar su condición. En el año 2000, logró recuperar ciertos movimientos en los dedos y otras partes de su cuerpo, y dos años después tenía sensibilidad en el 65% de su cuerpo en términos de diferenciar entre el calor y el frío (Fuente: The Guardian). Además, fundó varias organizaciones dedicadas a la investigación de lesiones en la médula espinal y abogó por legislaciones que ayudaran a los pacientes en su misma situación. Incluso retomó su carrera como actor y dirigió una película para HBO llamada "In the Gloaming".

Christopher Reeve falleció en 2004 a los 52 años a causa de un paro cardíaco, resultado del deterioro que su organismo había experimentado desde el accidente. Sin embargo, dejó un legado que trasciende su papel como Superman en el cine, su activismo y sus campañas. Sus mensajes nos recuerdan la importancia de apreciar la vida sin prejuicios y sin darla por sentada.

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